domingo, 25 de octubre de 2009

Amor, Magia y Matemáticas (II)

El amor es una guerra y ningún cobarde ha ganado jamás una batalla. y hace falta valor para vencer, pero más aún para sobrevivir a la derrota

Ser derrotado en el amor y emprender la retirada es el más melancólico de los viajes. Muchos se resisten a partir y, por desidia u obstinación, o fascinados por algún sublime resplandor, dejan que sus cuerpos sean aplastados por la implacable rueda de la vida, y sus almas quedan atrapadas en el espacio y el tiempo, malditas como fantasmas

La condición humana es errante. Desde su más remota existencia, el hombre ha recorrido el mundo en busca de su sustento. La invención de la agricultura, base de nuestra civilización, nos ha proporcionado una ilusoria estabilidad material. Pero el espíritu del hombre aún vaga por valles, montañas y páramos sin fin, y ¡pobre de aquel que no pueda sostener la marcha!

Yo, Norbert M. Thoureau, fui derrotado una vez más, y obligado a huir en busca de mí mismo

Preparé un pequeño equipaje y emprendí el viaje en coche. Al llegar a una bifurcación arrojé al aire una moneda y dejé que el azar decidiese qué camino seguir

La fortuna me llevó a atravesar el Naturpark Häan Munden, para luego dar la vuelta en dirección a Witzenhausen, donde me detuve para visitar su complejo de invernaderos dedicados a plantas tropicales. Continué en dirección al Hainich Nationalpark, conduciendo mi coche entre los serenos bosques que pueblan el centro de Alemania

Me desvié ligeramente para ver el castillo de Wartburg - Lugar histórico en que se inspiró Wagner para albergar el concurso musical narrado en Tannhäuser - y en su "Halle der Minstrels" (Salón de los Juglares) tuve ocasión de reflexionar sobre el paralelismo entre mis propia existencia y la de un juglar perpetuamente errante, sin hogar, ni familia, ni fortuna

Mi errático camino continuaba de alguna forma en paralelo a la E40 que conduce a Erfurt y Jena hasta que en un cruce cercano a Rudosltadt la moneda pretendió enviarme al sur, atravesando más bosques y yo, resintiéndome a su dictamen volví a lanzarla, hasta tres veces, porque quería ir hacia el norte. Quería ir a Weimar

La moneda se obstinó en no darme su aprobación, y al cuarto lanzamiento se escurrió entre mis dedos, salió por la ventanilla de mi Volskwagen, y en un limpido vuelo de saltamontes plateado se perdió entre la maleza al borde de la carretera

Decidí hacer mi voluntad y conduje mi coche hasta Weimar. Podría haber interpretado este hecho como un augurio, y si fuese supersticioso hoy mismo estaría rastreando el borde de aquella carretera comarcal con un detector de metales. Porque esa moneda intentó alejarme de Weimar y tenía sus motivos para hacerlo

No obstante, aquella noche, mi llegada a la pequeña Arcadia de Goethe, no pudo parecerme más oportuna, puesto que en el Teatro se ofrecía una soirée con piezas instrumentales y cantadas extraídas de las óperas inconclusas que Debussy escribió inspirandose en la obra de Allan Poe, interpretadas por alumnos de la Hochschule für Musik Franz Liszt Weimar

Dada mi admiración por ambos genios, y la rareza del evento programado bendije mi suerte

La noche era suave y dulce. Selectos representantes de la intelligentsia europea y occidental empezaron a congregarse. Antes de conocerla, yo sabía que mi pequeña Kara estaba allí

DIOS (El dios de Espinoza) la creó, y la hizo nacer en el momento justo para que yo la encontrase allí aquella noche, en el Deutsches Nationaltheater Weimar

(Continuará)

1 comentario:

  1. El tal Norbert M. Thoreau parece un antihéroe, de esos que nunca ganan pero que se nutren de la derrota. Si es cierto que los más valientes no sucumben ante el vencimiento no se debería lamentar de haber dejado atrás esa moneda testaruda...

    Le deseo suerte en Weimar

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